FELIZ CUMPLEAÑOS

De todas las chicas que poblaban el mundo, existía una en particular que había decidido que no volvería a cumplir años. Todo el mundo trataba de averiguar el motivo por el cual había dejado de hacerle ilusión ese día, sin embargo, cuando la veían sentada sola en la puerta de su casa y le preguntaban, ella solo guardaba silencio y agachaba la cabeza.

Los años pasaron y la chica creció y se hizo mayor, pero seguía sin querer cumplir años. Cada vez que alguien trataba de saber el por qué, ella desviaba la mirada hacia el final de la calle y permanecía inmóvil, como siempre, sentada en su portal.

Un día, un chico que solía pasar por delante de su casa, se cautivó con su imagen y con mucha inquietud le preguntó a un vecino cuál era el motivo de su aflicción. Al conocerlo se conmovió tan profundamente por ella que se sentó a su lado y le dijo:

– He sabido que no quieres cumplir más años y que hay algo que empaña tu corazón, me encantaría poder devolverte la felicidad, si quisieras hablarme de lo que te pasa, yo trataré de ayudarte.

Ella le miró, su seguridad y su arrojo la hicieron sonreír.

– No quiero cumplir años porque alguien ya no se acuerda de mí –le respondió taciturna.

– ¿Cómo es posible eso? – dijo incrédulo el chico. No puedo creer que haya alguien en este mundo que pudiera hacer algo así, he pasado durante años por delante de tu puerta y siempre he querido pasar unos minutos a tu lado, hoy, por fin, me he armado de valor y he sentido la necesidad de preocuparme… Deja que te ayude, no estés triste, te lo suplico.

La chica cogió suavemente las manos del muchacho y le contó su historia.

– Hace años me enamoré de un chico al que amé tanto que podía sentir el olor de cualquier flor, ver la intensidad de cualquier color y paladear el sabor de cualquier manjar sin siquiera conocerlo. Nuestro amor era tan intenso que decidimos estar juntos para siempre y emprendimos un viaje de varios días en barco hacia otras tierras en busca de un lugar donde pudiéramos estar los dos solos, no obstante, al poco de comenzar nuestro crucero, el destino quiso que una terrible tormenta nos sorprendiera e hiciera naufragar la embarcación el mismo día que yo cumplía años. Él cayó al mar y no tardó en desaparecer entre las revueltas aguas. Yo quedé sujeta a un pedazo de madera, abandonada a mi suerte en mitad del temporal, y desolada por el dolor, tanto, que la agonía con la que grité terminó por abrir el cielo, y de él descendió un haz de luz blanca que me puso a salvo en tierra firme. Ese mismo rayo auxiliador también sacó a mi amado de las profundidades del Océano, pero no lo dejó junto a mí en la playa, lo sostuvo en el aire mientras una voz queda y sin emisor me hizo saber que, a cambio de devolverle la vida, él ya no me recordaría nunca más… Me derrumbé sobre mis rodillas y lloré amarga, no deseaba vivir, sentí que me desmayaba cuando la misma voz añadió que solo volvería a recordarme, si el día de mi cumpleaños él me encontraba y adivinaba mi nombre, desde entonces salgo cada día a la puerta de mi casa y espero a que aparezca para contarle esta historia, deseando que eso suceda.

El chico quedó sin habla y cabizbajo. No trató de disimular la lágrima que resbalaba por su mejilla y permaneció en silencio apretando las manos de la chica, que le observaba desvelada a pocos centímetros. Él levantó la vista y con una mirada repuesta le dijo:

– Feliz cumpleaños, Carmen…